Página personal del Periodista Y Escritor Pascual Serrano

Presentación del libro «Entender la Rusia de Putin. De la humillación al restablecimiento», de Rafael Poch-de-Feliu

¿Recuerdan qué relajados estábamos cuando al frente de Rusia había un borracho que pellizcaba a las secretarias? Con Yeltsin controlando el botón nuclear, nuestros dirigentes y medios de comunicación sí que estaban tranquilos. Ahora no, ahora hay un presidente en Rusia que es militarista, porque que no tolera que le sigan dando dentelladas alrededor (en Ucrania, en Siria…), que se le ocurre poner en el aire una televisión para contarnos las noticias a su manera y, encima, el muy tunante, ha logrado situar a «uno de los suyos» al frente de la presidencia de Estados Unidos. Y hasta está consiguiendo que se rompa España con su apoyo al procés.

Observando el discurso dominante en Occidente, esta caricatura podría ser la imagen de la situación rusa actual y de su presidente, Vladímir Putin. En la historia de la humanidad, los gobernantes han aplicado frecuentemente la clásica estrategia de señalar a sus ciudadanos que el enemigo estaba fuera para, así, desviar la atención de los problemas interiores y sus responsabilidades. El agresor, el violador de derechos humanos, quien ponía en peligro la paz e incumplía las promesas y los tratados siempre era el otro. Excepto cuando el otro era una marioneta a nuestro servicio, como Yeltsin. De ahí que la imagen que siempre se nos ha transmitido de Rusia, y de la Unión Soviética anteriormente, estaba muy influida por los intereses occidentales. La realidad es que la evolución y los cambios desarrollados en Rusia en los últimos cincuenta años no los hubiera podido prever el más imaginativo de los escritores de ciencia ficción. De epicentro de una gran potenciamundial que contrapesaba el capitalismo y despertaba pasiones en los movimientos obreros de todo el planeta, pasó en pocos años a ser un Estado fallido y saqueado. De estar bajo el liderazgo de un símbolo del diálogo y de la paz mundial como era Gorbachov a estarlo de un patético borracho al que la comunidad internacional le permitió bombardear el Parlamento. Y cuando parecía que Rusia iba a terminar en el estercolero de la historia, se levanta de sus cenizas y acaba expulsando a Estados Unidos y sus amigos de Osetia del Sur, Crimea y Siria.

 

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